viernes, 10 de julio de 2009

Caminando por las estaciones

Hace alrededor de 184 mañanas que recorro el mismo camino desde la estación de trenes hasta donde trabajo. Ustedes pensarán que caminar tantas veces las mismas calles llega a convertirse en una rutina aplastante, pero cada día esas calles me ofrecen algo distinto.

En las primeras mañanas descubrí que aquí las plantas cambian de color, ellas me dieron aviso de la entrada del Otoño. En Cuba esta estación pasa desapercibida por todos, por lo que fue asombroso ver las tonalidades rojizas amarillentas que aparecían ante mis ojos.

Luego, estos mismos árboles se quedaron sin hojas con la llegada de un invierno frío. Observarlos era como darme una clase de ánimo y fuerza, yo llena de abrigos con la cara congelada, y ellos desprovistos de protección y firmes. Solo se vistieron de blanco una vez, aquí en Tokyo las nevadas no son tan grandes.

Y siguiendo el ciclo interminable de las estaciones llegó la primavera, con sus lluvias, su temperatura agradable y lo más hermoso sus flores. El trayecto de mis mañanas se convirtió en una fiesta de colores, flores rojas, amarillas, violetas, una sensación pintoresca de renacimiento primaveral que hace que cualquiera se sacuda el sueño, abra los ojos desmesuradamente y reverencie a nuestra madre natura.


Otoño se viste de rojo


En Invierno y sin abrigo


El milagro de la primavera